El Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz va por su 33 edición. Gestionar un Festival durante tantos años implica, necesariamente, una gran dosis de adaptabilidad creativa combinada con sólidas continuidades.
El Encuentro, como actividad complementaria del FIT, comienza hace veintidós años.
Se funda sobre la constatación de una ausencia: las creadoras.
El trabajo de los primeros años, según cuenta Marga Borja, su creadora y coordinadora en aquellos tiempos, era rastrear dramaturgas, directoras o creadoras que se lanzaran a hacer sus propios proyectos. Una vez localizadas e invitadas, estimularlas para que generaran escritura sobre sus experiencias. Peleábamos en ese momento la batalla por el Relato o mejor, como señala Chimamanda Ngozi Adichie alertando contra los peligros de la historia única, loS RelatoS. Diversas, desde toda Iberoamérica comenzaron a llegar estas voces.
Apunta Gayatri Spivak que solo se puede Ser cuando se tiene la capacidad de autorepresentación, de hablar. Cuando tenemos, por lo tanto una ubicación y un lugar de enunciación. Este ha sido el empeño del Encuentro, otorgarnos a nosotras mismas la entidad de sujetos capaces de contar sus propias historias. Hemos sostenido un espacio real donde desarrollar nuestra particular forma de contar y, por lo tanto, nuestra autoconciencia de Ser.
Y, mientras tanto, el sistema patriarcal capitalista occidentalocéntrico seguía generando discurso hegemónico, alimentando el monólogo que ha colonizado el poder, el saber y por lo tanto el Ser. Arrogándose la capacidad de interpretar el mundo y, por tanto, crearlo y recrearlo a su imagen y semejanza o, como lo llama Sirin Aldbi Sibai, desarrollando “El imperio de la Anulación del Otro/a”.
Comenzamos con un formato clásico: Mesas de ponencias. Necesitábamos en ese tiempo (¡Ay! ¡Esta necesidad de la subalternidad!), demostrar que podíamos generar exactamente las mismas formas que la jerarquía ha impuesto como “rigurosas”, “académicas”. Y en ese esfuerzo afilábamos el dispositivo del discurso. ¡Mucho hablamos en aquellos tiempos sobre las exigencias de “calidad” de los programadores (hombres en su inmensa mayoría) y qué significaba aquello! Muchas risas (y mucho cabreo) surgían de la constatación de que no había más explicación que (¡otra vez!) a su Imagen y Semejanza. ¡Prerrogativas del Poder y su colega, el “Prestigio”, que se reproducen a sí mismos con impunidad!
Muy pronto comenzamos a hablar de inteligencia somática, inteligencia poética, pensar con el cuerpo, conexión, corpo-políticas, descolonizar los cuerpos. Fuimos creando teoría para explicar nuestra práctica. Cuestionando el sistema sexo-género, acogiendo cuerpos en transición, preguntándonos si “Mujeres” era la categoría que nos representaba. Cayendo una y otra vez en el etnocentrismo de las prácticas y del pensamiento, escuchando a compañeras latinoamericanas que cuestionaban la estructura de organización por considerarla eurocéntrica, jerárquica y patriarcal. La mayor parte de las veces con voces apagadas en los pasillos porque no se sentían con poder para hacer estos comentarios abiertamente. Pusimos esas voces en el centro, respondimos a las críticas con escucha, plasticidad y cuidados. Aprendimos que esa práctica no tiene fin, que la capacidad de transformarnos desde dentro es nuestra fuerza. Y que la libertad tenía que ser relacional, fundamentada en la escucha de la variedad. Rompíamos así con la “visión ética antropocéntrica que sólo otorga valor a lo semejante y promovíamos en la práctica una ética de lo diferente, de la heterogeneidad del mundo vivo, de respeto a la biodiversidad” (Mies).
El Encuentro amplió sus mesas de ponencias a demostraciones de trabajo, talleres, encuentros informales, exposiciones, rituales, performances y acciones. Y tiempo, más tiempo para encontrarnos y no correr de una actividad a otra. Luego se abrió a espacios de escucha y trabajo compartido.
Hoy sabemos que esta dilatada práctica en sostener el fuego de la gestión de procesos vivos y diversos nos permiten lanzar un nuevo reto.
¿Cómo sería una gestión ecofeminista de la cultura?
El ecofeminismo, según Vandana Shiva y María Mies, es una filosofía y una práctica feminista convencida de que el sistema-mundo en el que vivimos “se constituyó y se mantiene por medio de la subordinación de las mujeres, de la colonización de los pueblos “extranjeros” y de sus tierras, y de la naturaleza. Estas tres prácticas responden a una lógica común: la lógica de la dominación patriarcal y la supeditación de la vida a la prioridad de la obtención de beneficios”
“No se trata, como algunos otros feminismos han señalado, de exaltar lo interiorizado como femenino, de encerrar de nuevo a las mujeres en un espacio reproductivo, ni de responsabilizarles, por si les faltaban ocupaciones, de la ingente tarea del rescate del planeta. Se trata de hacer visible el sometimiento, señalar las responsabilidades y corresponsabilizar a hombres y mujeres en el trabajo de la supervivencia.
Si el feminismo se dio pronto cuenta de cómo la naturalización de la mujer era una herramienta para legitimar el patriarcado, el ecofeminismo comprende que la alternativa no consiste en desnaturalizar a la mujer, sino en “renaturalizar” al hombre, ajustando la organización política, relacional, doméstica y económica a las condiciones necesarias para la reproducción de la vida, que naturaleza y mujeres conocen bien. Una “renaturalización” que es al tiempo “reculturización” (construcción de una nueva cultura) que convierte en visible la ecodependencia para mujeres y hombres” (Marta Pascual y Yayo Herrero)
En esta “reculturización” nosotras, mujeres y hombres que la consideramos nuestro campo de actuación y sensibilidad, tenemos mucho que decir. Hemos cambiado nuestras estéticas, los temas que tocamos, la visibilidad. Pero la gestión y la producción de nuestros proyectos la mayor parte de las veces siguen respondiendo al modelo patriarcal capitalista. Como no nos sentimos cómodas vamos haciendo ajustes y pequeños cambios, pero nunca tenemos el tiempo de pararnos a pensar otro modelo (Ay, el tiempo!). El eco-feminismo ha estudiado el mundo del trabajo y plantea propuestas cada vez más concretas de cambio. Pero es difícil encontrar esos planteamientos en relación con nuestro ámbito particular. Si pensamos que el patriarcado-capitalista ha dividido el mundo en binomios jerarquizados (hombre-mujer, mente-cuerpo, cultura-naturaleza, centro-periferia, desarrollado-subdesarrollado, global-local, normal-anormal, etc) podemos atisbar unas pistas para entender esta dificultad. ¿Qué tendría que ver el ecologismo con un modelo de gestión de la cultura? ¿No está la cultura en oposición a la naturaleza? ¿No es la cultura universal, urbana y móvil mientras la naturaleza me obliga a localizarme? Los recursos que yo utilizo para mis creaciones no tienen nada que ver con los recursos naturales ¿Cómo puedo pensar en la sostenibilidad del planeta organizando un Festival o una gira? En última instancia ¿Qué tiene eso que ver conmigo? ¡Yo ya colaboro con Greenpeace!
El simple hecho de que no veamos la conexión da cuenta de hasta qué punto estamos dentro del marco de pensamiento que nos han impuesto y que está aniquilando la naturaleza y nuestros cuerpos, la naturaleza que somos.
El ecofeminismo plantea poner la vida en el centro, toda la vida. Los cuidados a nuestros cuerpos, a otros cuerpos vulnerables de nuestra sociedad (infancia, tercera edad, otras capacidades, clases subalternas, migrantes, personas racializadas, comunidades originarias) pero también a los otros seres que comparten planeta con nosotras. Esto requiere repensar todas las estructuras de producción que están asentadas sobre la invisibilización. De los trabajos que sostienen la vida, de tiempos para que naturaleza y cuerpos hagan su trabajo de regeneración, de tiempos de crianza compartida que la sociedad necesita para asegurar su continuidad, pero también de las dos terceras partes del mundo que siguen sosteniendo con sus recursos materiales, humanos y espirituales que Occidente pueda seguir su locura de consumo ilimitado. En un mundo limitado esto sólo se consigue sobre la pobreza de otras y ya ni siquiera así.
Es urgente cambiar de modelo desde todos los ámbitos posibles. En este momento el planeta se encuentra ante una crisis civilizatoria. El sistema mundo patriarcal-capitalista, que se contó a sí mismo como la salvación ha demostrado ser un peligro. Los recursos naturales están saqueados, el pico del agua está a punto de ser alcanzado, el militarismo ha demostrado ser inútil para resolver ningún problema global y el cuento de la globalización como expansión de los valores democráticos ha demostrado ser la estrategia de dominio mundial de unas pocas empresas aliadas con gobiernos poderosos.
Nosotras somos cuenta-cuentos. Tenemos el poder de autorepresentarnos y representar para otras y otros. Cuando generamos una obra de teatro, una pieza de danza, una pintura o un Festival estamos creando relato. Mujer y naturaleza ocupan la parte perjudicada del binomio. Pero la cultura está del otro lado. En la oposición cultura-naturaleza estamos del lado de las privilegiadas.
Tenemos rango social en calidad de “artistas” y hemos trabajado mucho para tener una voz contundente y espacios para que se escuchara.
¿Juntamos nuestras voces poderosas y cantamos un cuento más complejo?
Especialistas invitadas a los círculos de trabajo:
Jose Díaz. Productor Voadora. Músico y videoartista (Galicia-España)
Marta Pazos. Directora Voadora. Dramaturga y artista plástica (Galicia-España)
Nerina Carmona Castro. Productora y gestora. Teatro y Música. (Costa Rica)
Gena Baamonde. Directora, investigadora y gestora. (Galicia-España)
Jana Pacheco. Dramaturga, pedagoga, directora y productora. (Madrid-España)
Gema Aparicio. Directora teatral. Centro Universitario de Teatro de la UNAM (México)
Alba Saura Clarés. Investigadora. Doctora en Artes y Humanidades. Actriz (Murcia-España)
Verónica Falconí. Directora, escritora y editora. Contraelviento Teatro (Ecuador)
Ruben Gutiérrez del Castillo. Fundación SGAE (Madrid-España)
Patricia Orantes. Directora teatral (Guatemala)
Macarena Madero. Arte, ciencia y tecnología en contextos urbanos y sociales. (Sevilla-España)
Laura Lizcano. Gestora y co-directora de La Pencca. (Sevilla-España)
Ficha técnica, XXII Encuentro 2018
Director del FIT: José Bablé
Coordinadora XXII EMIAE: Mariana González Roberts
Coordinación general del FIT: Eduardo Bablé
Logística en el FIT: Charo Sabio
Producción ejecutiva: Jone Ameztoy
Relatoría: Nuria Gibert.
Registro fotográfico: Inma Díaz Gavira
Ludoteca: Juanjo Poyg.
Voluntarias: Luna Jorreto Rivero, Inés Fernández González.
Centro Integral de la Mujer: equipo técnico de cooperación con el Encuentro.
Sede de coordinación: La Casa Despierta
Imprenta libro: Drip Studios. Castellón
Creación imagen cartel: Natalia Astuácas
Diseño, maquetación del programa y cartel: Eduardo Bablé
Editoras libros de actas (1996-2018):
Laura Borrás, UB. Barcelona
Lola Proaño, Univ. Pasadena, California
Alicia del Campo, Univ. California State Long Beach
Asun Bernárdez, Univ. Complutense, Madrid
Loreto Bravo, Santiago de Chile
Dora Sales, Univ. Jaume Ier, Castellón