El teatro parece ya casi desaparecido. Por ello, Don José, viejo acomodador del antiguo Teatro Nacional de Ópera, ahora
degradado y sin actividad, se propone representar de nuevo el Rigoletto, considerado por él como el símbolo del teatro,
un oficio de bufones, juglares y payasos, que nada tiene que ver con los artistas histriónicos, intelectuales y realistas que
según el viejo acomodador degeneraron la profesión hasta convertirla en un arte decadente.
Para conseguir materializar sus fantasías y delirios renacentistas, Don José se rodea de un grupo de indigentes que se
prestan a ser utilizados en el proyecto a cambio de pernoctar dentro de las ruinas del edificio. Algunos de estos indigentes
son músicos que tocan en el metro, y esto le servirá para formar la orquesta que acompañará las distintas arias de la
ópera según su singular versión y con la ayuda de una antigua mujer de la limpieza del teatro que logró aprenderse mu-
chas de las arias que escuchaba.
Las dificultades para controlar y adiestrar a los indigentes cargados de violencia entre ellos, la penetración del argumento
de Rigoletto entre su delirio o las intervenciones exteriores para desalojar el local y demolerlo, son algunos de los conflictos
que Don José deberá afrontar tenazmente a lo largo de la obra. Pero su resistencia para aceptar la realidad exterior de
un mundo que ya funciona sin el teatro lo abocará a un desenlace numantino, acompañado por el canto y la música del
Rigoletto de Verdi.