Desde hace ya 28 años -que se dice pronto- el Festival Iberoamericanos de Teatro irrumpe en la ciudad llenando nuestra cotidianidad de colores, sonidos y de acentos. En esos días la ciudad se transforma y se detiene a escuchar las mil historias que los actores vienen a interpretar.
He querido hacer una imagen doméstica pero surreal, la madre que amamanta a su hijo con historias, las historias que como un hilo interminable fluyen sin cesar, desde la cuna a la tumba. El teatro es vida y está preñado de historias.
El Festival es una nube de pájaros de colores que llega para marcar el paso de las estaciones, todo es igual, pero algo ha cambiado. Los artistas han llegado para describirnos el mundo y a partir de entonces nuestro mundo deja de ser el mismo.
El poder de la imaginación para transformar nuestras vidas.