La obra no tiene un hilo narrativo cronológico lineal ni personajes constantes ni siquiera un lugar desde donde hay que mirar y escuchar; es un rompimiento con formas teatrales conocidas y una propuesta íntima y espectacular a la vez de un tema complejo que
nos ha marcado a cada una de las creadoras.
El texto, publicado en la revista Conjunto en enero del 2012, propone que los espectadores construyan su propio texto espectacular
al decidir qué mirar puesto que en cualquier momento de la obra hay doce puntos de atención posibles lo cual la hace un reto pero
a la vez es una puesta profundamente envolvente pues las actrices y bailarinas rodean a las personas con diferentes acciones.
El tema es la relación entre maternidad y locura y cómo los discursos oficiales tanto médicos como culturales sobre cómo debía
comportarse, pensar, sentir una mujer en Costa Rica de 1890 a 1960 fueron conformando a nuestras madres, abuelas y tías y cómo
esa información nos llegan directamente a nosotras marcando nuestro ser hijas y madres a la vez.
Es un espectáculo sensorial que busca tocar a las personas con un tema muy fuerte tanto intelectual como emocionalmente.
Propone una especie de cabaret/café de los años 50 en Cuba/NY donde las espectadoras están inmersas en una situación donde
pueden escuchar canciones, ver danzas, ser atendidas, según lo deseen y desde donde estén sentadas, mientras escuchan los
casos clínicos de mujeres internadas en el Asilo Chapuí (sanatorio psiquiátrico costarricense) por razones relacionadas con la maternidad (puerperio, lactancia, exceso de deseo sexual, falta de deseo de reproducción).
La mezcla de elementos musicales reconocibles del cancionero americano y del saber médico y cultural de la época (1890-1960)
que conformaron a nuestras madres, abuelas, bisabuelas en su ser mujer, en su ser madre y en su ser personas produce una extraña
sensación en el público quien, si se lo permite, se ve afectado emocionalmente por estas historias que nos han formado a nosotras.