‘Amores de cantina’ –una de las obras más recientemente estrenadas del dramaturgo chileno Juan Radrigán– es una tragicomedia musical que habla del amor, el desamor, la marginalidad y el sentido de pertenencia a una patria desolada.
Sus personajes habitan un espacio sin lugar ni tiempo definido y deambulan en distintos planos de existencia. Son seres
que están en un tránsito entre la vida y la muerte y a quienes convoca el vino, la pena y la necesidad de narrar.
Los fracasos y triunfos afectivos que cada uno relata se alteran ante la llegada de Julián, un desconocido que se traslada
hasta aquel lugar incierto, para ajustar cuentas con José, el dueño del bar. ¿La razón? El amor de Sofía, la indómita mujer
condenada a ocupar la mesa principal, mientras sus enamorados rondan por doquier.
Todos toman partido en el duelo hasta que Carmen –la mujer que parece conocer todos los designios– canta en memoria
de la tierra violentada.
El texto escrito en décimas y en verso libre sigue la línea de creaciones de Juan Radrigán pobladas por seres fantasmagóricos que arrastran culpas y desengaños y que operan como alegoría del Chile actual.
La obra propone un lenguaje musical que la directora del montaje –Mariana Muñoz– ha potenciado al encargar composiciones de distintas sonoridades y tradiciones que el elenco de actores y músicos interpreta en vivo.
Las baladas, cuecas urbanas, tangos, cumbias, boleros y rancheras invaden el espacio escénico despojado, a la par del
recuerdo de pasiones, afectos y aventuras.